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sábado, 20 de octubre de 2012

Dios me compró una pizza

Antes de criminalizar el título date la oportunidad de leer. En mi último post hablé sobre el proceso de compra de una casa en el que nos encontrábamos mi esposo y yo.

Ya un mes después de darse el milagro debo decir que sigo sorprendida de cómo se dió todo.

El banco no quería vendernos la casa... se pusieron muy estrictos (y absurdos) al final. Pero nuestra oración siempre fue que Jesús fuera nuestro abogado. Nuestros recursos se agotaron, la matemática ya estaba hecha y los resultados no nos favorecían. En resumen, no cumplíamos con los requisitos básicos para comprar. Pero fue en ese momento cuando ya no podíamos hacer nada que Dios hizo lo suyo, para él llevarse toda la gloria. Tal y como la historia de los panes y los peces, nuestros pocos panes y peces se multiplicaron en las manos de Jesús.

¡Compramos la casa, nos mudamos!

Como era obvio teníamos que hacerle arreglos a la casa...que por cierto les comparto que no tenía puertas, ventanas, inodoros etc. “¡Wao Ana! Que mala decisión" pensarás... Aveces hay que ver con los ojos de la fe. Tener fe y ver las cosas que no son como si fueran habla de tu confianza en Dios y no hay temor aunque parezca locura. Por eso, sin vergüenza, les comparto algunas fotos mientras se trabajaba.

La iglesia, amigos y la familia se han metido a trabajar y hemos avanzado mucho.

Pero, un día cuando (nuevamente) nos quedamos cortos económicamente y sin quejas ni sufrimiento estábamos limpiando y acomodando la mudanza, de pronto mi esposo encontró un sobre con nuestros nombres, al abrirlo eran $150.00. ¡Wao! un dinero que habíamos olvidado que lo teníamos guardado, apareció justo en el momento necesario.

Nuestro hijo de tres años al ver el dinero exclamó  "¡ Mamá, papá para comprar pizza!" .

Esa tarde comimos pizza...

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